domingo, 24 de abril de 2011

[Relato] La Caída de un Héroe. Capítulo 4. La Batalla en el Monte Hyjal.

CAPITULO 4: La Batalla en el Monte Hyjal.

Han pasado alrededor de tres días caminando desde Astrannar hasta Frondavil, los Furbolg se han comportado muy amablemente con el grupo. Están muy cerca de atravesar Frondavil y pasar a Cuna del Invierno y mientras descansan, Sanguino Ventovoraz, el líder de los elfos nocturnos está teniendo una conversación en privado con el líder de los Faucemadera.

-El descanso termino, a movernos.

El general y la Alianza y el líder de los orcos van hablando con el líder de los elfos nocturnos sobre aquello tan importante que el Faucemadera tenía que decirle.

-¡Debemos advertirles a todos!- Gritó el general.

Aunque nadie sabía que era lo que están conversando, todos se sentían angustiados.

-Calma, humano, lo sabrán a su debido tiempo ¿Para qué preocuparlos ahora peor de lo que ya están?-Respondió Sanguino al general.

La conversación continuó hasta atravesar el Fuerte Faucemadera y llegar a Cuna del Invierno.
Sanguino detuvo al ejército para dar una información y se posó sobre una gran roca que imitaba la forma de la garra de un feroz oso.

-Los Furbolg que nos acompañaron antes ya no están en sus tierras por lo que deben regresar, tenemos que encontrar al clan Nevada, pero hay que tener cuidado, los Faucemadera afirman que los Nevada se han vuelto corruptos por alguna razón desconocida sin embargo existe la posibilidad de que haya alguno no corrupto que nos pueda ayudar, avancen con cuidado, un mal paso y estas salvajes criaturas les arrancaran la cabeza de un zarpazo.

El ejército se emprendió en la tarea de encontrar algún establecimiento de Furbolg Nevada.

-¡Aquí, hay Furbolgs! – Gritó uno de los pocos Altos Elfos que acompañaban el grupo.
-Andemos con cuidado, ya escucharon al elfo nocturno, no queremos perder nuestras cabezas ¿o sí?
-Debemos avisar a los demás, puede ser peligroso para nosotros.
-Tonterías yo puedo hacer reaccionar a estas bestias de que no somos un peligro para ellos.-Dijo un gallardo enano.

Al decir esto, el soldado enano se acerco a las feroces criaturas.


-Saludos, mi nombre es Herdenn Grium, soy un enano de Forjaz y vengo en son de paz, solo quería decirles que….

Una de las criaturas se abalanzó sobre él y de un golpe con su pata lo derribó al suelo y luego comenzó a despedazarlo con sus garras. Después de la horrible carnicería, la criatura observo a aquellos que presenciaron la muerte de sus compañeros y con la intención de hacerles lo mismo se lanzó sobre ellos.

-¡Corran!-Gritó Dominusnecis con desesperación.

El Furbolg enloquecido rápidamente llamó la atención de sus compañeros y en un instante, una turba iracunda de Furbolgs perseguía a los jóvenes soldados.

-¡Ayuda! ¡Auxilio!- Gritaban los soldados a punto de desplomarse en el suelo debido al cansancio de correr tan rápido.

Uno de los soldados, un humano, cayó.

-Vamos levántate, no te rindas, vamos arriba.- Intentaba animarlo Dominusnecis sin éxito.
-¡Vete! Sálvate tú.

La turba de Furbolgs alcanzó al soldado caído y mientras lo asesinaban con ira desenfrenada, los demás soldados tuvieron tiempo de escapar y volver con el grupo inicial.

-¿Dónde estaban?-Preguntó el general.
-Encontramos un establecimiento Nevada, nos atacaron…Herdenn y Francott, cayeron.
-Dominusnecis, eres un imán de enemigos, donde sea que vayas te encuentras con enemigos peligrosos, lo más interesante es que siempre sobrevives.-Le reprochó el general a Dominusnecis.-Establecimiento de Nevada hostiles hacia el sur, debemos evitarlo.

Los días pasaron y cada establecimiento Nevada estaba corrupto, hombre tras hombre, elfo tras elfo, orco tras orco, todos caían bajo la furia de los Furbolg.

Resignándose a encontrar un establecimiento Nevada no corrupto, siguieron su camino que sin darse cuenta se encontraban cada vez más cerca del Monte Hyjal.

-Esta es la entrada al sagrado Monte Hyjal, muy pronto llegará la legión ardiente a atacar el árbol del mundo, debemos defenderlo a como dé lugar.
-¡Si señor!

El ejército armó un campamento a unos kilómetros del árbol del mundo esperando a que la legión apareciese.

Algunos días pasaron y de repente una lluvia de fuego verde comenzó a caer en el Monte Hyjal.

-¿Qué es eso?-Preguntaban asustados los soldados.
-Esos son algunos de los demonios de la legión ardiente…los temibles Infernales.


Cuando Dominusnecis escucho salir la palabra “Infernales” de la boca de Sanquino, un terrible escalofrío recorrió su espalda.

Los pensamientos de Dominusnecis fueron interrumpidos por un abrumador grito de guerra de un orco.

-¡Lok’Tar Ogar soldados!
-¡Al ataque!

Los feroces Infernales comenzaron a destruir todo lo que se les acercaba pero los Infernales no eran los únicos demonios; atrás comenzaron a aparecer Abisarios, Manafágos, Súcubos, Guardias Viles, Guardias Apocalípticos y toda una rama de demonios. Dominusnecis se lanzó a atacar a los demonios con el único hechizo que conocía a la perfección.

-¡No seas ridículo! Se nota que apenas eres un aprendiz.-Dijo un pequeño gnomo muy indignado.-Mira y aprende muchacho.

El gnomo comenzó a cargar una ráfaga de sombras que lanzó, al impactar contra un demonio, este cayó desplomado.

-Aún te falta mucho por aprender de la magia, humano.

Dominusnecis observaba perplejo al gnomo, tan concentrado que no se fijo en la gran roca lanzada por un Infernal que se dirigía hacia él.

-¡Abajo muchacho!-Gritó el gnomo mientras se lanzaba contra el humano para que no recibiera el impacto.
-Me salvaste la vida.
-Sí pero no me lo agradezcas, es mi trabajo ayudar a los colegas.

La batalla continuó y cada vez, el ejército de la Alianza iba disminuyendo.
La batalla era intensa. Dominusnecis estaba combatiendo contra uno de los demonios cuando escuchó…

-¡Cuidado, humano!

Sin saber el cómo o el porqué, Dominusnecis cayó inconsciente al suelo, mientras en su sufrimiento pensaba.

-¿Será el fin? Lo siento Uligar…te fallé.

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